Acapulco 2026

Una visión sobre el papel del fomento a la lectura en la promoción de la salud mental

Acapulco, noviembre de 2026. Los integrantes del Club de Lectura de SAMI, la recién renombrada comisión de Salud Mental Integral, sostienen con vista al mar su sesión número 100. Es sábado, y han desayunado a plena satisfacción: se han compartido fruta y algunos guisos preparados en casa y traídos aquí al local facilitado por el Dr. Sifuentes. La mesa está limpia y catorce personas tienen a la mano apuntes, cuadernos, lápices o algún libro. Excepto Óscar que, como es su costumbre cada quince días, trae conchas y piedritas que utiliza para exponer su amor «por la lectura del mundo».

Rocío viene acompañada por segunda ocasión de un nuevo integrante: su sobrino Pepe, de 19 años. Lo que él trae es el ojo amorotonado.

—Había quedado con ustedes de leerles en voz alta el discurso que mi compañera Augusta pronunció…

Pepe se detiene. Hace una sonora inhalación, y Norma que está a su lado le acerca el montoncito de conchas de Óscar. Pepe manipula algunas de ellas, formando un abanico, y continúa.

—…Que mi compañera Augusta pronunció el pasado jueves en la entrega de reconocimientos del concurso de cuento, allá en La Poza. Pero ya ustedes conocen lo que pasó después. El Mencho y su gente llegaron a golpearnos.
Pepe levanta los ojos de la mesa y recorre su mirada al encuentro de rostros atentos en torno suyo.

—Lo que tal vez todavía no sepan es que esta mañana El Mencho se entregó a las autoridades. Venía en compañía de su hermana y de la gente del barrio que lo vio nacer, allá por El Pirul. También lo acompañaba El Localoco, su mano derecha hasta hace un año, y que salió del Reclusorio hace una semana. Al entregarse El Mencho leyó unas palabras, ante la comunidad y dos reporteros que estaban ahí. Las traía escritas en un papel que me entregó en la mano después de darle lectura. “Para que lo compartas con los del SAMI, Pepe.” Así me dijo.

Pepe desdobla un papel y le retira una viruta: la hoja ha sido desprendida recientemente de un cuaderno.

—”Yo, Emilano Mendoza Guaquil más conocido como El Mencho, me entrego a las autoridades de esta comunidad. Si me van a privar de mi libertad durante semanas, meses o años, les pido que me permitan leer. Les pido que me acerquen a las lecturas de todo el mundo. A esos libros y engargolados que les han ayudado a ustedes a hacerse fuertes, como comunidad y como personas. A entender lo valioso que es conocer otras ideas, conocer nuestro mundo y nuestra historia, todas esas historias buenas y malas, tristes y felices que nos hacen personas y seres humanos. Les pido que me enseñen a trabajar para la comunidad donde nací, para que allá también podamos recuperar nuestro pedazo de laguna. Para eso quiero usar mi libertad, porque la libertad que deveras cuenta es la de mi conciencia. Sé que he dado malos pasos, y les pido me disculpen. Sé que les será difícil, pero ya me disculparán cuando yo aprenda a contar mi historia.”

El Dr Sifuentes se levanta de la mesa y le trae a Pepe un agua de frutos. “Con lo que me trajiste del huerto, Pepe. Salud.”

—¡Salud!— replican todos al unísono. Y truena una ola del mar.

Noviembre de 2021

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